Siento que el mundo entero me aplasta hoy, y no sé cómo sacudir esta sensación de melancolía que cada vez más me acompaña desde que me desperté esta mañana. Me duelen cada músculo, me pesan los párpados y no puedo evitar sentirme sumido en una melancolía profunda que vive dentro de mí.
Todo me parece gris y sin sentido. Me cuesta mucho levantarme de la cama por las mañanas y salir a enfrentar el día. Pero, aunque me sienta así, sé que no es justo cargar a los demás con mi pesar. No es su culpa que el mundo esté de cabeza en este momento. No tienen la culpa de que mi corazón lata más lento, ni de que mis pensamientos sean una nebulosa gris y pesada que un bolígrafo no logra escribir.
Por más que mis palabras sean más lentas y mi mirada esté perdida en el horizonte, trataré de ser amable y cálido con los demás. Porque sé que, aunque yo esté sintiendo muchas cosas, no es razón para que los otros también lo hagan. Tal vez mi sonrisa no sea tan brillante como siempre, o mi risa no sea tan espontánea, pero trataré de hacer mi parte para no contagiar mi pesar a los demás.
Porque todos luchamos con nuestras propias batallas, y no es justo que yo haga que los demás peleen la mía también o que me sigan cuando ellos no quieren seguirme en esta guerra. Así que me permitiré sentir mi tristeza, mi melancolía adolescente, pero no dejaré que se apodere de mí por completo, no otra vez.
Porque sé que hay cosas buenas ahí afuera, incluso si no puedo verlas en este momento o a lo largo de mi vida. Quizás, solo quizás, mi actitud positiva pueda inspirar a alguien más a ver el lado brillante de las cosas también.
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